Sin duda la prueba que tiene más que ver con nuestro querido campo a través son los 10 000. Esa distancia mágica que hizo que el recientemente malogrado Mariano Haro, pusiera patas arriba al atletismo español en el lejano 1972. Cincuenta y dos años más tarde sigue habiendo muchos especialistas en cross en cada final olímpica. Incluída la de hoy en París, que tuvo la baja de última hora por lesión del último dominador de nuestro circuito, el burundés afincado en España, Rodrigue Kwizera.
De salida fue Selemon Barega, a quien vimos triunfar por ejemplo en Venta de Baños o Elgoibar, el encargado de poner un ritmo infernal junto con sus compañeros de selección, entre ellos Aregawi, ganador este mismo año en el Memorial Juan Muguerza. Los ugandeses, con dos atletas bien conocidos en nuestros crosses, Joshua Cheptegei, doble campeón mundial de 10 000 y campeón del mundo de cross, a quien le faltaba solo el oro olímpico en esta distancia. Y Jacob Kiplimo, dejaban hacer.
Entre los nuestros Thierry Ndikumwenayo, ganador de varias de nuestras carreras, se mantenía en el centro del grupo. Y un poco más atrás Abdessamad Oukhelfen, que tiene entre sus victorias la del cross de Alcobendas. El ritmo marcado por Barega era infernal y, a esas alturas, temblaba ya el récord olímpico de poco más de veintisiete minutos, de otro atleta que marcó una época en nuestros crosses, el gran Kenenisa Bekele.
Mediada la prueba Aregawi, que maravilló en el barro elgoibarrés hace solo unos meses, dio otro tirón importante mientras Ndikumwenayo emulaba a Haro y se situaba cuarto tras los etíopes y el americano Fisher. Trece minutos y veintitrés segundos fue el descomunal tiempo al paso por el quinto kilómetro. La criba, propiciada por los etíopes, era descomunal y kenianos y ugandeses parecían sufrir como nunca. El sexto kilómetro lo hizo Barega en 2´41´´y para entonces había abandonado ya exhausto el francés campeón de Europa de cross, Yann Schrub.
Trece hombres quedaban en cabeza a tres kilómetros para el final con los etíopes siempre en modo protagonista y Thierry, en pos de pulverizar el récord español, aguantando el ritmo infernal de los africanos. A falta de poco más de una vuelta la calidad de Cheptegei dinamitó la carrera. El ugandés, escondido toda la prueba, enseñó sus uñas en un último cuatrocientos estratosférico. Los etíopes pagaron el esfuerzo y por fin el plusmarquista mundial logró el oro que le faltaba, batiendo además el récord olímpico de Bekele, por quince segundos. Segundo fue el etíope Aregawi y tercero el estadounidense Fisher.
Noveno, tras Kiplimo nada menos y con 26´50´´, que le hacen ser el primer español por debajo de veintisiete minutos y el primer hombre en mejorar los 27' 48" de Haro en la ciudad alemana, entró Thierry Ndikumwenayo en la mejor final olímpica de la historia. Munich 72 lo fue en su época y ahora lo es París tras una carrera que da aún más valor a nuestros organizadores y refuerza la calidad de nuestro cross, única especialidad que permite calentar, alentar, tocar y hablar con los mejores fondistas del mundo.